domingo, 28 de mayo de 2017

Historia de un amor oscuro
cuento completo.

Ella decía llamarse Débora, la conoció por facebook. Al principio era un hola, y luego se transformo en una charla más amena. Ella decía tener unos treinta y seis años y él cuarenta y cinco.



 Se la veía tan bella en su foto de perfil que él se fue enamorando. Su encanto y su finura femenina, sus gustos delicados y su obsesión por mantener una figura delgada y agradable lo cautivaron.

Se pasaron sus números de los celulares y así la charla fue más personal, ella tenía una voz agradable y con aire a esa clase de mujeres que se les suele decir "conchetas".
Mujer sola con un hijo de diez años. que aún sufría la pérdida de su padre que llevaba un año de fallecido. Vivía en Ramos Mejía. 

Él era viudo, se llamaba José y vivía en San Isidro zona Norte. La necesidad de estar con alguien hizo que José se apegara mucho a ella. Tantos eran sus sentimientos que comenzó a enamorarse de Debora, perdidamente. Quería conocerla personalmente. Ya no bastaban los contactos por chat, ni los mensajitos por celulares. 

José quería verla y sabiendo que ella sufría de una úlcera en el estómago sentía que debía ayudarla económicamente. Y así lo hacía enviándole dinero de tanto en tanto por medio de algún Rapipago. 
Se sentía satisfecho de poder ayudarla, aún que sea así; saldando alguna cuenta que ella no podía pagar. 

Sin embargo de vez en cuando una sombra de sospecha rondaba por su mente. ¿Porque razón Débora para algunas cosas se mostraba esquiva? Por ejemplo. cuando le solicitaba una foto, aparte de sus fotos de perfil, ella se negaba, y le aseguraba que ella era tal cual se mostraban sus fotos en facebook. Tampoco se interesaba demasiado en la figura de él, afirmando que no se guiaba por la figura del hombre exteriormente, sino que para ella lo importante era su ser interior.  

Sin embargo, por otro lado mediante mensajitos era cálida, solía mostrarse cariñosa y que retribuía al cariño que José le brindaba.

Este observaba por las publicaciones y los contactos de ella, que era verdad lo que decía. Tenía un hermano que jugaba al Rugby, familiares, amigos, fotos de reuniones, cumpleaños y eventos. Todo era verdad, pero lo extraño era que ella nunca aparecía en ninguna foto familiar.



No podía ser que una mujer tan bella se fijara en un hombre considerablemente feo como consideraba que era él. Una y otra vez le preguntaba si había visto su foto, y ella siempre le respondía con la misma respuesta:
 -No me interesan los hombres lindos, me importan como son en el alma y que sean buenas personas.

Profundamente emocionado, José se sentía un tanto feliz de haber hallado una mujer joven y bella que se fijara en él.

Un día convinieron en encontrarse, eligieron un lugar para verse, Flores parecía perfecto. Frente a la iglesia católica, En la Plaza. Era un lugar conveniente, a ella le quedaba bastante a mano y a él no se le hacía tan a trasmano que digamos. Decidieron que a las ocho de la noche sería un horario ideal, tomarían algo y se conocerían.

Allí estuvo José con una hora de anticipación y el corazón latiendo intensamente. Caminó, tomó un café en un bar del lugar, ideó distintas fantasías de como sería ella al verla personalmente. La llamó por teléfono, ella le aseguró que iba a ir vestida con una blusa negra, de pantalones oscuros y que su estatura era de un metro setenta.

Su emoción aumentaba al aproximarse la hora señalada, su corazón acrecentaba los latidos. Ella era rubia, cabellos largos, figura esbelta. El estatura mediana, con un poco de sobre peso y cabellos un tanto canos. Le había dicho que trabajaba de terapeuta. Él, un simple técnico en refrigeración.  


Era ya la hora convenida y Débora no llegaba. La ansiedad de José iba en aumento de modo que cuando sonó el celular se apresuró a atender nerviosamente. Era ella. José se preparó para lo que tanto temía. Seguramente le diría que no podía venir.
Se escuchó la voz de ella: -No puedo ir ahora, si podes esperarme hasta las nueve o sino lo dejamos para otro día, porque la señora que cuida a mi hijo se tiene que ir y no puedo dejarlo solo.
-No, no. Te espero, ya que estoy aquí te espero. No quiero dejarlo para otro día. Le replicó José.


Se hicieron las nueve y también las diez de la noche y José tomo la decisión de volver cabizbajo a su casa. Todavía le resonaban en su mente las escusas de Débora. -No puedo dejar a mi hijo solo, mi mamá no llega.
-Andate, lo dejamos para otro día.

  
 Al final José desistió. Se daba cuenta que algo pasaba con Débora. Era el segundo intento de combinar un encuentro, y era la segunda vez que no se podía concretar.
Se enojaba, quería cortar con la relación, pero parecía que ella lo quería.

-Yo no te importo, Le decía él

-Si, me importas. Le replicaba ella.

A José se le acrecentaron las dudas. Pensó que a ella solamente le importaba que él le diera algo de dinero, aunque las ayudas que le proporcionaba representaba muy poco valor. 
Tenía todos los datos de ella, el domicilio, su DNI, conocía su entorno por face, su madre y hermanos. Difícilmente Débora pudiera exponerse tanto por pequeñas sumas de dinero que la comprometían con un hombre desconocido. 
Estaba seguro que algo le sucedía y le creía cuando ella le aseguraba que lo necesitaba.
¿Existía otra razón que la obligaba a ese misterio de no darse a conocer personalmente?

¿Que escondía Debby? Como solían le decían en su entorno.

José no era desconfiado, pero estaba intrigado. Tenía un buen pasar, era un hombre solo y estaba dispuesto a ayudarla a Debby. Ella le gustaba y no solo porque expusiera en su foto a una mujer bella, de rasgos finos y agradable. 
Así fuera más bajita y gordita la iba a querer igual. Pero necesitaba que ella sea sincera con él.

Esa era la razón por la cual él hurgueteaba en todas sus fotos y sacaba conclusiones. En su foto de perfil no era parecida a su hermano, ni a su hermana. Sin embargo lo demás era todo normal, reuniones de cumpleaños, bautismos, fiestas familiares, asado, su hijo. Todo era muy bello y muy familiar. Solo que ella nunca aparecía en las fotos, solo sus comentarios.

Era parte de todas las reuniones pero siempre ausente.

Un día ella le contó que tenía un desperfecto en su heladera y como José era técnico se comprometió a ir a su casa a solucionarlo. 

Era su oportunidad de ayudarla y a la vez conocerla personalmente.


El día señalado José se preparó temprano para ir al encuentro de Deby en su propia casa.
No es que José se aprovechara de la situación de apremio que le tocaba vivir a Deby, él era un hombre sincero y quería ayudarla de corazón puro, simplemente que también necesitaba la prueba de que sus sentimientos verdaderos no sean presa de un juego mal intencionado. 
Deby, a su vez, pasaba por malos momentos, quizás los peores de su vida. Era una mujer de clase media, soltera y con un hijo. Todo eso era verdad. Su padre, quien la había ayudado y sostenido económicamente, falleció hacia un años atrás. Ella sufría problemas de salud y aunque vivía en una casa grande, en una zona céntrica de Ramos Mejía, ni siquiera podía mantener en buen estado la propiedad.
En todo eso José, estaba tranquilo de que esas cosas no eran mentira. Solo le quedaba el gran interrogante: ¿Quien era ella?

Combinaron que a eso de las once de la mañana José iría a la casa de Deby a colocarle un termostato a la heladera. Esa situación la ponía mal, siquiera tenía donde conservar algunos alimentos, de modo que tuvo que acceder a que fuera José quien le solucionara este problema.

-Vos vení y te va a recibir mi prima que trabaja en mi casa. Decía Deby.

-No, quiero que seas vos quién este esperándome, ¿Porque tiene que ser una prima?  Replicaba él
-Porque yo tengo que trabajar. 
-Voy antes que salgas para el trabajo.
-Vos venite, va a estar mi prima, yo voy temprano a trabajar y cuando sean las once regreso a casa, y luego vuelvo para mi trabajo.
En definitiva José fue convencido por la mujer para ir a la casa de Deby, ella le dio bien la dirección y, como llegar para que no tuviera inconvenientes en el camino. 

Faltando poco para llegar, José la llama. -Deby estoy aquí, 
-Llégate a mi casa, te va a atender mi prima, yo no voy a poder llegar.
-Pero Deby vos me dijiste que ibas a venir.
-Estoy en mi trabajo, ¿Me vas a hacer viajar desde capital hasta mi casa? Bueno, voy a ver si puedo.
No, esta bien, Replicó José, No vengas. No hace falta, te arreglo la heladera y luego me voy a tu trabajo, salís un ratito y tomamos un café. 

Llegó puntual a la casa, como siempre solía hacer, se detiene frente a la casa señalada, mira el número, era allí.
La casa grande, se notaba que en otro tiempo había sido un lugar bello de gente bien. Ahora se veía la negrura de las paredes carentes de una buena mano de pintura. 
Recordaba que Deby le había dicho que su casa estaba en esas condiciones. Falta de pintura, con aspecto de abandono. 
José llamó, salió una mujer con mirada desconfiada.

-Hola, buen día. Dijo José. -Venía a colocar un termostato en la heladera. 
-Si, Deby me dijo que usted iba a venir, espere un momento...

La mujer entró, supuesta mente a acomodar alguna cosa, y su aspecto seguía siendo extraño...

La mujer volvió con ese aspecto extraño, diría con un aire a estar deprimida. José entró a la casa, al costado del hall de entrada  había un sofá cama revuelto como si alguien hubiera estado durmiendo hasta hacía un rato antes.


Fueron directamente hacia la cocina en donde estaba la heladera descompuesta. La mujer le ofrece un vaso de agua de manera poco prolija el cual contenía un cabello dentro. José amablemente dijo no querer tomar nada.
-Vamos a arreglar la heladera dijo.
La mujer lo observaba, era de una estatura aproximadamente de un metro sesenta y cinco, rellenita, cabellos con rulos castaños y revueltos.
Pero lo que más le llamaba la atención a José era la voz de la mujer, idéntica a la voz de Deby.

Al poco tiempo José mostró su destreza para realizar un trabajo y la heladera ya estaba funcionando perfectamente.
José estaba decidido que esta vez tenía que conocer a Deby personalmente. 
Ella le había dicho que estaba trabajando en el hospital Psiquiátrico Borda, que era terapeuta. De modo que José tomó la decisión de salir de la casa e ir directamente al hospital. 

La prima, que decía llamarse María trató de convencerlo, con esa voz tan idéntica a la de Deby, de que era inútil ir al Borda porque no la iban dejar salir.
Pero José insistió. - No importa, voy a ir igual.

La mujer insistía en que no debía ir, que el lugar era muy grande, y que a Deby no la dejarían salir.
A José le pareció demasiada insistencia de parte de esa mujer, que solo estaba en la casa para hacer la limpieza, aunque decía ser la prima de Deby, demasiado interés en que José desistiera en ir al Hospital Borda.
Sin embargo conocía bien el lugar, eso lo pudo comprobar al preguntarle el modo de llegar, a lo cual la mujer le dio algunos detalles aunque continuaba insistiendo en que no debía ir.

José salió de aquella casa con un amargo sentimiento, algo no estaba bien. Caminó hacia la parada del colectivo y allí recibe un mensaje de Deby agradeciéndole por el arreglo de la heladera.

Algo le hacía sentir que aquella mujer, desalineada, y media depresiva que lo atendió en esa casa era Deby. 
Tomó un colectivo rumbo a al hospital psiquiátrico y desde allí la llama por el teléfono celular.

Deby lo atiende -No vengas, no porque no voy a poder atenderte. 
- Solo salís diez minutos y tomamos un café, estoy yendo para allí.
-No puedo, insistía Deby, ahora me estoy preparando para salir, vamos con un grupo de médicos para el Open Door  un Psiquiátrico que esta en la zona de Luján.

-Deby yo ya estoy viajando para el Borda y te voy a buscar.



-No vengas, no vengas.

Las calles eran gastadas como las paredes descascaradas de aquella zona oscura y triste. Se levantaba el edificio imponente, tal la enfermedad incurable de aquellos pobres infelices que llenaban el lugar.
José estaba decidido a llegar al fondo de esta situación, Deby le había dicho que salía junto a un grupo de profesionales rumbo a otro nosocomio, pero él ya estaba convencido de que las cosas eran más serias de lo que imaginaba.

Camino por esas calles en busca del hospital Borda, era la hora en que la mayoría salía a almorzar, pero él decidió ir derecho a la entrada principal y averiguar que sucedía. ¿Quien era Débora Raimundi? o sea Deby. 
Si trabajaba allí deberían conocerla o a lo menos tener sus datos, así que encaró y fue preguntando hasta que lo enviaron al lugar indicado en donde tenían datos de todo el personal.

-No, Débora Raimundi no figura en ninguna lista, ni siquiera en la del personal auxiliar. 
Las personas del lugar lo miraban con cierta extrañeza, es como si dijeran: -Este hombre no sabe en que lugar esta. 
Casi con pena lo observaban, buscaba a una terapeuta en un sitio donde los enfermos psiquiátricos se hacían pasar por personas que en definitiva no eran.

José tomó una repentina decisión, fue al lugar en donde figuraban los expedientes de las personas que habían estado internadas y habían sido dadas de alta. 

Si, allí estaba, Débora Raimundi, había salido de allí hacía alrededor de un año, junto con la fecha de la muerte de su padre. La dejaron salir y que viva en su casa bajo la responsabilidad de su familia.

José caminó lentamente por los largos pasillos, salió tristemente al parque y miró hacia lo lejos. Si, definitivamente si, se trataba de ella, la misma mujer que lo atendió en la casa. Ella era Débora Raimundi Deby.


Con un fuerte silencio en la garganta se encaminó de regreso a su hogar. Aún flotaba en el aire el bello recuerdo de Deby, aquella joven y vivaracha mujer que supuesta mente se había marchado hacia un hospital psiquiátrico de la zona de Luján. Prefirió quedarse con ese sabor en su interior y revivir un poco más aquel inocente juego de una mujer bella, que al fin y al cabo a nadie hacía daño en su pequeño mundo de fantasía.

























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